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Mística

La mística, también conocida como misticismo, late en cada rinconcito de nuestro mundo y hay casi tantas variedades como creencias. Algunas de las más conocidas son la mística cristiana, la judaica, la oriental y la sufí.

El misticismo resulta de la aspiración de captar y unirse con lo extraordinario. Por este motivo, escapa a definiciones cerradas. De hecho, no existe un límite preciso entre el misticismo, la metafísica, la cosmología y la teosofía.

Qué es la mística: su significado

El término mística deriva del sustantivo griego mystes, que designaba a los iniciados de un culto secreto o religión mistérica (que intenta transmitir el conocimiento por medio de la experiencia).

Hoy en día, la mística o misticismo refiere a la comunión máxima entre el alma humana y lo sagrado. Conserva de sus raíces la denotación de una experiencia íntima o secreta. En religiones monoteístas, politeístas y no teístas, la experiencia mística se identifica con el grado más elevado de conocimiento y perfección.

Misticismo cristiano

En el cristianismo, se conoce la experiencia mística como «éxtasis» y depende solo de Dios, quien la otorga a ciertas almas por motivos que solo Él conoce.

El misticismo cristiano es la parte de la creencia y práctica cristiana que versa sobre la preparación, conciencia y efecto de la presencia directa y transformadora de Dios, de acuerdo al teólogo e historiador de la religión Bernard McGinn.

En la historia cristiana, la mística ha jugado un rol fundamental. En este sentido, el cristianismo temprano era una religión del espíritu que se expresaba en la expansión de la conciencia humana. Asimismo, de los Evangelios, se desprende que Jesús mantuvo un contacto especial con Dios.

De entre todas las corrientes cristianas, el misticismo se desplegó con particular fuerza en el gnosticismo. Los gnósticos se consideraban seguidores de Cristo, al que entendían como espíritu puro.

La lista de místicos cristianos es larga, pero hay dos nombres que resaltan: el primero es san Agustín, considerado el fundador del misticismo cristiano en latín. En sus Confesiones, relata dos experiencias en las que «tocó» y «obtuvo» a Dios.

El segundo es san Francisco de Asís, que protagonizó la expansión de la mística más allá de la vida monástica y el latín. Él se identificó con Cristo a través de un nuevo misticismo, manifiesto en la recepción de las heridas de Cristo crucificado.

Misticismo judaico

Si se la entiende como el contacto directo con Dios, la mística puede entrar en conflicto con el judaísmo clásico. Este propone la fe en un único Dios que eligió revelarse a un grupo selecto de personas y que impuso sus reglas a través de la Torá. Es su observancia la que determina la salvación de cada persona.

Sin embargo, en la historia del judaísmo, la búsqueda de Dios trasciende la relación mediada por la Torá y el misticismo judaico es una clara prueba de ello. Este se manifiesta en tres ramas: el extático, el contemplativo y el esotérico.

El objetivo del misticismo extático consiste en la busca de Dios a través de experiencias extáticas. El contemplativo se basa en la meditación metafísica. El esotérico explora la vida divina y su relación con el mundo finito y natural.

En la actualidad, la corriente mística hebrea más conocida es la cábala, que reúne un grupo de enseñanzas esotéricas destinadas a explicar la relación entre la finitud del universo y la infinitud de Dios.

Misticismo oriental

Dentro de la mística oriental, se destacan las tradiciones hinduista y budista.

Por un lado, el misticismo hindú supone participar de lo divino, ya sea a través de la experiencia o la percepción. Esta rama de la mística experimentó su mayor revolución con la aparición de los Upanishads, un conjunto de textos que proponían al yoga como disciplina rectora.

El yoga implica el control de la respiración, la meditación y la concentración en el interior, más allá de toda la información que aportan los sentidos. Su propósito es fundir la identidad personal en la cósmica, también denominada divina esencia.

En el enriquecimiento de la mística hindú, otro libro determinante fue Yoga-sutras, escrito por Patanjali. Su enfoque se basa en tres pilares: el autocontrol (frente la violencia, la falsedad, el robo y la codicia), el compromiso (a la puridad, la alegría, el autoaprendizaje y la devoción a Dios) y las posturas corporales.

Por el otro lado, el budismo el místico en la medida en que se dirige a la identificación de la verdadera naturaleza del yo, así como a vivir de acuerdo a ella.

La meditación y el comportamiento moral configuran sus dos caminos de autocontrol para cumplir con los objetivos budistas y alcanzar la liberación del ciclo de reencarnación y la consiguiente fusión con nirvana.

Misticismo sufí

Es la mística islámica y está constituida por una serie de caminos para confirmar la naturaleza de la humanidad y de Dios, y para facilitar la experiencia de la presencia de la sabiduría y el amor divinos en el mundo.

El sufismo es similar al islamismo en más de un sentido; no hay diferencias radicales entre uno y otro. El Corán es su texto sagrado y sus principales premisas, la obediencia estricta a la ley religiosa y la imitación al Profeta.

Los sufistas son conocidos como «los pobres» y practican una rígida introspección para liberarse del egoísmo y así alcanzar la pureza. El lema que define su actitud vital es «poco descanso, poca charla, poca comida».