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Criaturas fantásticas: los gnomos, las sirenas y sus curiosidades

La fantasía nos ha legado un sinfín de criaturas maravillosas. Los gnomos y las sirenas son dos de las más reconocidas y con más historia.

Duendes, hadas, elfos, gnomos, sirenas, ángeles, gigantes, unicornios… un sinfín de criaturas nos ha regalado la fantasía con el transcurrir de las civilizaciones.

A continuación, encontrarás una descripción de dos de ellas: los gnomos y las sirenas, seres que tan frondosa han hecho nuestra imaginación desde pequeños.

Gnomos

MilesDavies via iStock

Diminutos y simpáticos hombrecillos barbudos, de rasgos toscos y grotescos, piel rugosa y una bella fealdad, los gnomos son considerados espíritus de la naturaleza, guardianes del planeta Tierra y portadores de los secretos de la Tierra y del Cosmos.

El alquimista suizo Paracelso fue quien citó por primera vez la palabra en 1566.

La imagen típica los ilustra con ropa ajustada de color granate y capuchas monásticas, con una estatura que ronda los 15 o 20 centímetros y un peso que oscila los 300 gramos. Las gnómicas (género femenino) poseen una contextura un tanto inferior y pueden tener descendencia solo una vez en la vida.

Los gnomos viven un promedio de 400 o 500 años y se comunican por intermedio del lenguaje de las ninfas.

La función principal de los gnomos en la Tierra es supervisar sus tesoros ocultos; son protectores de la naturaleza. Para tal función habitan en el interior de las piedras, en las profundidades del suelo, en los huecos de los grandes árboles, en las cuevas y en las montañas, donde se dedican a trabajar las piedras preciosas dando vida y energía a nuestro planeta.

Se cree que antes los gnomos se hallaban mucho más cercanos al humano, pero se fueron separando tras las catástrofes naturales que el hombre ha desatado.

Una de las principales cualidades de estas criaturas fantásticas es que, como dijo Paracelso, «conocen el pasado, el presente y el futuro, pudiendo revelar lo oculto».

El sueco Frederik Ugarph encontró en Noruega una estatuilla de madera de 15 cm de alto. Se estima que data del año 1200. En su pedestal tenía grabada las palabras NISSE, RIKTIG STORRELSE, que significan «gnomo estatura real». Sometida a varios análisis, se cree que la estatuilla cuenta con unos 2000 años de existencia y la madera en que está tallada es tan resistente como desconocida.

La pregunta queda latente: ¿los gnomos son criaturas reales o ficticias? La respuesta está en cada uno.

Sirenas

Kharchenko_irina7 via iStock

Creadas por la mitología griega, en su origen eran seres híbridos con cabeza y rostro de mujer, y cuerpo de ave. Versiones posteriores las describen como hermosas jóvenes con cola de pez. Lo que se mantiene en las dos versiones es su voz seductora, con la que encantaban a los marineros.

La visión que se tiene hoy de las sirenas se forjó con películas como La Sirenita y Splash, con protagonistas bonitas y bondadosas. Nada más alejado del verdadero mito del que se originaron las sirenas. En un principio, estas enamoraban a los marineros con sus cantos y su atractivo irresistible, para luego arrastrarlos al fondo del mar, donde los devoraban o los transformaban en sus amantes bajo el agua.

Los mitos más fieles cuentan que estas criaturas pueden vivir 150 años y se alimentan de algas, plancton y pequeños peces. Ellas pueden estar bajo agua varios días debido a que utilizan las escamas de su mitad pez para respirar bajo la superficie.

Los machos de estas criaturas fantásticas son los tritones.

Uno de estos mitos nos cuenta que las sirenas son tres ninfas de mar: una que toca la lira, otra la flauta y la última canta. Sus nombres de origen eran Parténope, Leucosia y Ligia.

Encontramos registros de ellas en grandes obras de la literatura griega. En la Odisea, Ulises previene el canto de las sirenas, tapa los oídos de sus tripulantes con cera y él mismo se ata al mástil de la embarcación para no arrojarse al mar al oír su canto. En Jasón y los argonautas, Orfeo logra distraer a los marineros tapando el canto de las sirenas con el suyo propio, y ellas, derrotadas, se convierten en piedra.

Estos mitos se arraigaron fuertemente en las sociedades occidentales hasta el siglo XVIII, cuando el racionalismo erradico la superstición y la fantasía.